¿Estás enamorado o esclavizado? A menudo observo parejas que entienden que el amor es reducir la libertad del otro por medio de decenas de mecanismos de control, o directamente pidiéndoles al ser amado que deje de hacer ciertas cosas que tienen que ver con sus intereses y pasiones.

 

Es claro que cuando armamos un vínculo de pareja no podemos seguir haciendo la misma vida que cuando estamos solos. No se construye un vínculo si no le dedicamos tiempo. Y eso es salir, tener proyectos en común, pasar horas físicas con ese otro, pero otra cosa es limitar su libertad en el sentido amplio de la palabra. Un buen amor implica el desarrollo de pasiones e intereses en común y sabe respetar la historia del otro, de sus vínculos anteriores, de sus deseos y actividades.

 

 

En el amor hay que saber negociar, en el sentido de llegar a acuerdos y establecer cierto código de convivencia que haga respetar los tiempos y asuntos de uno y de otro. La tendencia humana es la la posesión “el otro es mío” lo vemos en los niños, les enseñamos a compartir y les mostramos que nosotros, sus padres, no estamos o no somos solo para ellos, amamos, tenemos otros hijos, pasiones y deseos por fuera de ellos. Pero la tendencia a “la propieddad privada” es antropológica. Saber de esa tendencia, trabajarla, verla, logra debilitarla. Con eso sobra para poder construir un amor sano y respetuoso de la individualidad del otro.